Canoa, Ecuador, Sudamérica.
Canoa, Ecuador, Sudamérica.
Para JB y Facu.
Compañeros y kanakas, en este
viaje río adentro.
A eso de las dos,tres de la tarde empiezan a asomar, empiezan a besar
la arenosa costa de la ciudad. Aunque en realidad desde un buen rato antes se
otean allá a lo lejos; allá, bien contra el horizonte, aunque de cuando en
cuando las olas cercanas a la costa las ocultan de la vista. Entonces, a eso de
las dos, casi tres de la tarde regresan las lanchas. Bien temprano en la mañana
han despuntado de espaldas a la costa, cuando el sol es apenas un ramillo tenue
desde el otro extremo; en busca de la
pesca, en busca de esa fortuna cotidiana que no sólo será su plato fuerte -¿o
acaso el único?- de la noche sino que también, quizás, puedan vender algo y así
obtener unos mangos, unos pesos, unos dólares extras, aqui en la ciudad.
Angelito, Willi, Carolina, Los 4 hermanos, Corazón de Jesús. De a una
van llegando a la costa. Aquí, en la costa, en la costa de esta ciudad, algunos
niños juegan a la pelota. Pero ni ellos se lo creen. Es sólo un pasa tiempo
para que mengüe la espera. Se les nota en la jeta, se les nota en el
indisimulado desgano con que patean la pelota, se les nota en el fastidioso
gesto que escupen cuando alguna amaga a llegar y sigue de largo, para el lado
de la bahía o simplemente se va lejos. Se les nota en cada vistazo que echan
para el lado de ese gigante, esperanzados en que alguna esté ya bien cerca.
Porque ahí, cuando por fin alguna besa la costa, la pelota queda olvidaba por
allí, a la sombra de alguna vieja
cantina o cevichería y todos se lanzan
como si fueran pirañas atacando su mejor presa, a ayudar a acarrear la lancha a
tierra firme.
Primero se apaga el motor y con el último envión, los pesqueros hacen
girar la pequeña embarcación para que quede proa hacia el horizonte, esperando
la próxima partida de cara al mar, que seguramente será mañana por la mañana o
a mas tardar, pasado mañana. Cuando ya el envión de las olas no empujan mas a
la lancha porque ya apoya demasiado sobre tierra firme, sobre la húmeda arena,
dos son los que van y traen un par de largos troncos cilíndricos, como si
fueran dos lápices enormes, y los ubican a lo ancho, a ambos extremos de la
lancha, para que oficien de ruedas y la embarcación gire sobre ellas. Los
niños, a esta altura ya colgados de los bordes de la lancha ayudan a empujar a
Willi o Carolina o a Los 4 hermanos o a Corazón de Jesús. Algunos se animan a
ayudar a arrastrar los grandes troncos, otros alcanzan los pescados por aquí o
por allá. Cuando empujan todos, juntos parecen hormigas alzando un buen pedazo
de miga o de hoja. Los pies de los pescadores, que rápido se mueven para ya
acabar con la jornada del día, muestran gruesas las venas, como si se hubieran
untado apenas con brea y trazado allí un recorrido singular, como si dibujaran
en esas, sus piernas, el destino de los niños que dejaron ya de jugar a la
pelota y son por unos segundos, pescadores como sus padres.
Canoa, Ecuador, Sudamérica.
Canoa, Ecuador, Sudamérica.
Canoa, Ecuador, Sudamérica.
Canoa, Ecuador, Sudamérica.
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