viernes, 4 de mayo de 2012






Feliz cumpleaños mamá. 






Violeta para Fabiana


Para mi vieja, porque hoy cumpleaños.
Y porque me enseño a caminar mas de una vez.
Y porque me enseñó a volar; también me enseñó a volar.



Este texto viene siendo craneado desde hace rato. Un buen rato, al menos un par de meses. Por cobardía o dejadez o abuso de pereza no tomó forma, no nació antes. Aunque reconozco que al fin de cuentas vino bastante bien y agradezcole al tiempo si me puso ante un desafío. Raro es que me decida a escribir esto desde aquí, desde algún momento de alguna noche de algún punto sudamericano del planisferio –al sur, obvio está, desprevenido quién no lo sepa- que bien puede llamarse Trujillo, Lima, Isla Cogote o la misma Cali o Coroico; pero lo que no es raro que sea durante los primeros días de mayo y estando, a miles kilómetros de allí. Mas allá de cierto pesar.
Es casi cinco de mayo, y cinco de mayo es el día que mi mamá cumpleaños. Y es esta la forma que encuentro de decirle feliz cumpleaños. A la distancia. No tengo hoy día mas regalo que éste. No tengo –no se si hay- otra manera de salvar esta distancia. 

Lo cierto. 
Era una mañana de domingo, mientras la masa de los tallarines -¿o eran ravioles, o sorrentinos, o qué eran?¿eran canelones?- se aireaba, estirada sobre la gris mesada durante un buen rato; mi madre, mi mamá, que años cumple todos los cinco de mayo, agarró mi guitarra, criolla, dos colores sobre el cuerpo, la puso sobre sus piernas, y como un niño abraza a su abuela, cruzó sus cortitos brazos sobre la guitarra y se puso a rasgarla, apenas. De manera desprolija, sin ritmos por momentos, casi no se escuchaba el sonido, por momentos. No sólo los brazos cortos tiene mi mamá -hay que reconocer que la longitud en ella no es una virtud –entre tantas que tiene, eso es una nimiedad- sino también sus dedos son cortitos, y por ello los acordes que intentaba rasgar, esa mañana de domingo que esperaba a que los ¿tallarines, ñoquis, canelones, qué? se airearan, por momentos no sonaban, no completaban, se perdían por momentos. Pero esa mañana, mi mamá no estaba dispuesta a demostrar si era o no una superdotada en el arte del solo de guitarra y yo tampoco esperaba que de la nada se saliera con “Voodoo Child” o “Escalera al cielo” o “Post-crucifixión”. Esa mañana mi mamá estaba dispuesta –de eso estoy seguro- a que los canelones o ravioles o sorrentinos o lo que realmente fuéramos a comer ese mediodía de domingo, estuvieran más o tan ricos como siempre, como cada vez. Pero esa mañana, mi mamá que cumple años todos los cinco de mayo, tampoco estaba dispuesta –en realidad no lo se, pero pienso que no- a grabar en mi memoria cierta imagen, cierto parentesco fotogénico, en ese instante en que decidió tomar la guitarra con sus cortas manos, sentarse como doblada, inclinada un poco hacia adelante, apoyando su traste apenas en la punta de una de las cuatro sillas viejas y feas del comedor, cada una con su tapizado hecho mierda; acomodando la guitarra sobre sí en cierta posición oblicua, de cara al sol que entraba por la ventana de la cocina, mientras el ambiente olía a tuco casero. Entonces: mi mamá, la guitarra encima, el cuerpo un tanto doblado y su perfil aindiado –porque la sangre Rocha tiene cierto gen indígena- que de cara al sol quedaba clarísimo, evidenciado como pocas veces, los largos rulos negros sobre los hombros, sueltos los largos rulos negros y creo, si la memoria no me falla, el delantal negro de Mafalda blanco, polvoriento y honestamente sucio por la harina. Entonces digo, ahora: esa imagen y su parecido mágico, instante eterno en la memoria, con esa foto de Violeta Parra, esa similar manera de agarrar la guitarra, esos dos pies juntos y quietísimos sobre el suelo de granito amarillo. Ustedes pensarán –y quizás bien hacen en así pensarlo- ¿este muchacho delira? Pues no se y si así es, mis disculpas por hacerlo. O mejor dicho, no van mis disculpas por hacerlo. Pero animo a decirles que fue casi automático ese rapto en el tiempo, en esa mañana de domingo en que me detuve primero en el aindiado perfil que me ofrecía el sol y luego en la postal toda que incluye a mi mamá, a la guitarra, a esa forma de abrazar y a la silla, aunque hecha mierda esté. Y a Violeta. Que además sabe vislumbrar a mi mamá durante un buen rato con sus músicas. Anímense y para que sepan que no miento en lo que les digo, busquen esa foto de la que les hablo y verán que pese a sus sospechas de delirio, no es así.

Y este texto se hizo mas largo y mas enroscado de lo deseado y además tomo casi un tono confesional, pero no sólo que no huyo del tono confesional sino que aprovecho y confieso más todavía algo que quizás algunos sepan.
Creo que vos no mamá.

En aquellos días en que casi te cortan el vuelo, en esos días en que casi te vas a mirarnos y cuidarnos desde otro lado, casi pero no; clarísimo está, vos llevabas en tu cartera de cuero marrón un libro de Eduardo Galeano. Y estaba marcado en algún lugar el libro. Cuando nos dieron la cartera y todos los papeles que allí llevabas y no recuerdo que otra cosa más, yo reparé en el libro y por una especie de reacción instintiva, fue con lo único que me quedé y lo guardé en mi morral y lo lleve conmigo cada vez. Y cada vez, cada uno de esos días después que intentaron cortarte el vuelo, mientras se sucedían las esperas yo abría el libro en el mismo corto relato, lo leía en silencio, volvía a cerrarlo y así hasta el otro día, que el ritual se repetía: el libro abierto en el mismo lugar y yo leyéndolo en silencio. "La muerte no existe" era lo que se leía en la última línea del cuento. 

Una vez me preguntaron qué lugares me gustaban o en qué lugares me gustaría estar. Dije: cerca del mar, la montaña y la panza de mi vieja. Dije, recuerdo perfectamente, la panza de mi vieja. Y no me equivoqué. 







2 comentarios:

  1. te amo tanto hijo...y sabes que este camino soñado lo hacemos juntos o no lo hacemos..por eso todavia mis alas siguen disfrutando de la libertad y de poder cobijarlos bajo ellas...

    Un regalo nunca esperado....

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  2. No se si en mi regazo tus palabras, al vuelo
    olimpo en tus encantos
    sonarían tan bellas al son de tu sonrisa;

    no se si en mi regazo, tus marcas de la vida
    Podrían haber puesto en los aires del viento del sur
    Tanto ternura, tus ojos, almendro, cual susurro me cita
    Tu cielo

    Quizás en este, mi regazo, tu abrazo partido
    Tus penas , quejosas, tristes, oscuras,
    Hubieran sido leves, etéreas, livianas…

    Agua que te cobijo durante lunas
    Nueve de ellas
    Y entonces, miraste, esos mismos ojos de hoy
    Con un llanto nada impertinente, cantando bajito..
    Cómo hasta hoy…

    Eres vuelo, palabra y eres vos.
    Eres agua, viento, cielo, mar
    Como en esas nueve lunas, esa, las tuyas,
    Las mías, las nuestras….

    Qué música más hermosa se puede escuchar
    Que tu canto a través de tus palabras?
    Que sonido más afinado se puede pedir
    Que tu llanto pidiendo basta?
    Que mirada más puede pedir
    Que aquella que vi cuando abrí mis ojos
    Luego de que
    me quisieron cortar las alas?
    Que otra plegraria voy a cantar después
    De verte abrazar, rugido por dentro, hinchada tu alma
    Los versos de tu libertad?

    Por eso, nada más que
    Porque fuiste, sos y serás
    Mi Nacho
    Te amo…..

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